Karla Flores Príncipe[1]
Abogada por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Actualmente se desempeña como consultora legal de Fomento de la Vida (FOVIDA). Especialista en derechos humanos, pueblos indígenas y medio ambiente.
Una densa nube de humo cubre los cielos de Sudamérica, consecuencia de los devastadores incendios forestales que han arrasado con diversos ecosistemas en las últimas semanas[2]. Los impactos en la flora, fauna, así como las pérdidas humanas, económicas y materiales, son motivo de gran alarma. Se han registrado más de 350.000 incendios forestales en la región, siendo Brasil, Bolivia, Perú y Colombia algunos de los países más afectados[3].
Brasil encabeza la lista de 13 países que han sufrido incendios intensos, con 176.617 focos registrados en lo que va del año. La mayoría de estos incendios se concentran en la región amazónica, con 3.502 focos activos que siguen expandiéndose. En Bolivia, los incendios han alcanzado la cifra de 63.537, lo que ha llevado al gobierno a declarar el estado de «Emergencia Nacional». Más de 3,8 millones de hectáreas de bosques y pastizales ya han sido consumidas por las llamas en todo el país. En Colombia, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) ha emitido alertas debido a la gravedad de los incendios en diversas regiones, destacando 15 focos activos en zonas como Tolima, Valle del Cauca, Aipe, Neiva y Huila[4].
En Perú, hasta la fecha[5] se han reportado 222 emergencias por incendios forestales en 22 departamentos del país[6]. Según los informes oficiales, el saldo es de 14 personas fallecidas, cerca de un centenar de heridos y 1,876 damnificados. Sin embargo, se presume que estas cifras aumentarán con el paso de los días. De acuerdo con el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI), 2,257.96 hectáreas han sido destruidas y otras 2,148.76 hectáreas resultaron afectadas por el fuego a nivel nacional. Actualmente, hay 91 incendios forestales activos y se han registrado 17,459 focos de calor en todo el país, según el reporte del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor)[7]. Los departamentos con mayor incidencia de emergencias son Cusco (36), Cajamarca (24), Huancavelica (22), Huánuco (21) y Áncash (17)[8].
Aunque el uso del fuego ha sido una práctica ancestral en muchas culturas, hoy los incendios forestales se ven agravados por la ausencia de políticas preventivas y un enfoque integral para su manejo, además del creciente impacto del cambio climático. El calentamiento global ha intensificado las sequías y elevado las temperaturas, creando condiciones propicias para la propagación del fuego a una escala sin precedentes.
A esta situación se suma la criminalización de las prácticas tradicionales de quema, especialmente en comunidades rurales y originarias, que utilizan el fuego como parte de su relación histórica y cultural con la tierra. Al sancionar estas prácticas sin un entendimiento profundo de su contexto y sin ofrecer alternativas viables, no solo se margina a estas comunidades, sino que también se dificulta una solución efectiva al problema.
Dada la gravedad de esta situación, es fundamental replantear cómo abordamos los incendios forestales. Ampliar la perspectiva nos permitirá entender el rol del fuego en los ecosistemas y su relación histórica con las comunidades locales e indígenas, que tradicionalmente lo han utilizado de manera sostenible. Sin embargo, hoy estas prácticas se ven distorsionadas por las presiones globales sobre los territorios. Además, las nuevas condiciones climáticas han alterado los regímenes del fuego, aumentando su frecuencia e intensidad. Las políticas punitivas que ignoran el valor del fuego en la gestión territorial no ofrecen soluciones efectivas. Por ello, es crucial promover políticas integrales que incorporen el conocimiento ancestral y consideren las realidades socioambientales para afrontar con mayor eficacia los retos del cambio climático y la crisis ecológica.
Usos ancestrales y tradicionales del fuego
“El fuego es el pensamiento del hombre ancestral escuchando el corazón de la vida en todo lo que existe.”
(Federico Sánchez Riaño y Aura Isabel Mora)[9]
El fuego es un elemento profundamente sagrado para muchos pueblos indígenas de la región, vinculado no solo a la importancia en su vida cotidiana, sino también a su cosmogonía. En las culturas andinas y amazónicas, el fuego ocupa un lugar central en la creación y el mantenimiento del mundo y su descubrimiento se encuentra presente en diferentes mitos. En la cosmogonía Asháninka se cree que el dios Sol, en un acto de poder divino, desprendió una chispa de su corona, la cual dio origen al mundo, las plantas, los animales y la humanidad. Esa chispa, símbolo de la vida, puede apagarse prematuramente o arder con fuerza, reflejando la duración y fortaleza de la vida de cada individuo[10].
Por su parte, para los Huitoto, el fuego fue esencial en la creación de la tierra, una burbuja sostenida por llamas, que junto con el agua y el espíritu, conforma los tres mundos que coexisten. De manera similar, para los Bora, el fuego está vinculado al rayo, símbolo de poder y equilibrio natural. Cuando este equilibrio se rompe, las consecuencias son negativas, ya que el fuego, en su dimensión espiritual, sigue un orden cósmico que los seres humanos deben respetar. En los mitos de los Awajún[11] y Wampís[12], el fuego originalmente no podía ser transportado por sus ancestros, y eran los “Takétek” (Wampís) o “Takea” (Awajún) quienes siempre lo poseían. Según la leyenda, fue un ave, como un picaflor, quien finalmente logró traerles el fuego, encendiendo ramas que permitieron cocinar y transformaron su vida diaria.
En las comunidades indígenas y campesinas del Cauca (Colombia), el fogón, conocido como «Tulpa», es un espacio sagrado donde se llevan a cabo rituales de armonización y ofrendas a los espíritus de la naturaleza[13]. De manera similar, para el pueblo Mapuche, el «kütral» (fuego) es un elemento central en su cosmovisión, presente en ceremonias ancestrales como el «trawün» (consejo) y el «nütram» (conversación), que se realizan en la ruka (casa comunitaria). En la cultura mapuche, el fuego simboliza la purificación y la conexión con la naturaleza, además de ser utilizado en rituales y prácticas de medicina tradicional. En Mesoamérica, el pueblo maya considera al fuego como un “abuelo”, una fuente de sabiduría ancestral que orienta la vida y revela el propósito humano, al vincular al ser con el cosmos[14]. Así, en todas estas culturas, el fuego trasciende su función práctica para convertirse en un símbolo esencial de conocimiento, espiritualidad y cohesión comunitaria.
El fuego, además de su profundo significado espiritual y cosmogónico, ha jugado un papel importante en la gestión territorial de los pueblos indígenas. Lejos de la concepción errónea de que la Amazonía es un territorio «virgen» o intocado, es importante reconocer que los pueblos indígenas han intervenido activamente en esta vasta región durante milenios. Han empleado técnicas ancestrales que han permitido la conservación del bosque sin provocar transformaciones drásticas. Una de las prácticas destacadas en este contexto es la agricultura de «roza y quema», que convierte áreas de bosque en campos de cultivo o chacras.
Esta técnica consiste en seleccionar un área específica del bosque, talar los árboles, dejar que se sequen y, posteriormente, quemar los troncos. Sobre el espacio despejado resultante, se procede a sembrar los cultivos. La agricultura de «roza y quema» no se lleva a cabo de manera arbitraria, sino que está fundamentada en principios culturales y ecológicos. Entre estos principios se destacan la obligación de reponer lo que se ha talado, fomentar la diversidad cultivada, mantener el equilibrio ecológico y la humanización de las plantas. Uno de los principios más importantes es el de la devolución. Este principio establece que el fragmento de selva utilizado como chacra debe ser devuelto a la naturaleza para permitir su recuperación gradual. Este proceso de recuperación, que se asemeja a la cicatrización de una herida, asegura que el área afectada se regenere hasta convertirse nuevamente en un bosque maduro[15].
En consecuencia, el estado de la Amazonía no resulta de haber permanecido intocable, sino de un modelo de uso que promueve la cobertura vegetal continua. Este modelo incluye el uso rotativo y temporal de los recursos y la devolución a los «dueños» espirituales del bosque, quienes otorgan el permiso para la utilización temporal del área. Así, la sostenibilidad de la Amazonía se basa en una relación respetuosa y equilibrada con el entorno natural, evidenciando una forma de manejo que ha perdurado a través de los siglos. [16]
Sin embargo, en los últimos años, la situación en la Amazonía ha cambiado drásticamente. Factores como la deforestación acelerada, impulsada por la expansión agrícola industrial, la minería ilegal y la tala indiscriminada, han puesto en riesgo el equilibrio ecológico que los pueblos indígenas han mantenido durante miles de años.
¿Todos los incendios son dañinos? Algunos conceptos claves desde la ecología del fuego[17]
El fuego, desde la perspectiva ecológica, es considerado una perturbación natural[18], es decir, un fenómeno externo que altera los ecosistemas al provocar una pérdida súbita de biomasa o de organismos en una zona específica. Esta perturbación es una de las más importantes en los ecosistemas vegetales y forma parte integral de su funcionamiento. Dentro de la ecología del fuego, este no se percibe como un evento necesariamente catastrófico, sino como un proceso que, en su forma natural, contribuye al dinamismo de los ecosistemas. Sin embargo, cuando los regímenes de fuego se alteran, ponen en riesgo tanto la biodiversidad como la estabilidad de los ecosistemas que dependen de ellos.
Un régimen de fuego se refiere a un conjunto de condiciones recurrentes en un ecosistema determinado, que incluye la frecuencia, el comportamiento, la intensidad, el momento del año, el tamaño y el patrón de las quemas. Estas características varían entre los distintos tipos de ecosistemas y son fundamentales para su equilibrio ecológico. Si uno o más de estos componentes del régimen de fuego es modificado más allá del rango de variabilidad natural de un ecosistema, este puede transformarse drásticamente, perdiendo especies y hábitats clave.[19]
Por lo tanto, incluso los ecosistemas que dependen del fuego pueden verse gravemente afectados si los incendios no se producen de manera adecuada. Un régimen de fuego alterado ocurre cuando las actividades humanas, como la supresión o prevención excesiva de incendios, la quema excesiva o inadecuada y la conversión del ecosistema o la fragmentación del paisaje, modifican los patrones naturales de fuego. Estas alteraciones pueden comprometer la estructura y las funciones deseadas del ecosistema, amenazando su integridad y su capacidad para sostener la biodiversidad.[20]
Los diversos ecosistemas en el mundo responden de manera muy diferente al fuego, por lo que se han clasificado según su comportamiento en: independientes del fuego, dependientes del fuego, sensibles al fuego e influidos por el fuego. Los ecosistemas independientes son aquellos en los que las condiciones son demasiado frías, húmedas o secas para que el fuego tenga un papel significativo, por lo que su influencia es mínima o inexistente. En los ecosistemas dependientes, el fuego desempeña un rol esencial, y las especies han desarrollado adaptaciones que les permiten responder favorablemente a su presencia. La vegetación es inflamable, y si se altera el régimen de fuego, el ecosistema experimenta transformaciones graves, perdiendo hábitats y especies.
Por otro lado, los ecosistemas sensibles al fuego, carecen de especies adaptadas para resistir incendios, y su vegetación tiende a inhibir tanto la ignición como la propagación del fuego. Sin embargo, los incendios se convierten en un problema cuando las actividades humanas fragmentan estos ecosistemas, como ocurre con la expansión agrícola, se alteran los combustibles y aumentan las igniciones. Y los sistemas influidos por el fuego, que se encuentran en zona de transición entre ecosistemas dependientes y ecosistemas sensibles al fuego o independientes al fuego. El cambio climático causa cambios significativos en la estructura y el desplazamiento de la ubicación de los ecosistemas influidos por el fuego, es decir que en el corto plazo esto se vuelve más evidente. [21]
De acuerdo con esta clasificación, el Perú tiene ecosistemas independientes del fuego principalmente en la costa, ecosistemas dependientes del fuego en parte de la sierra y zonas de transición y sensibles al fuego en bosques húmedos y otros ecosistemas no adaptados al fuego. La mayoría de ecosistemas en el Perú son sensibles al fuego, es decir que cuando ocurren muchos incendios en un corto periodo de tiempo o tienen larga duración, produciendo una pérdida de especies vegetales y reducción de la biodiversidad, las nuevas especies introducidas no nativas son causa del cambio de los regímenes del fuego.[22]
La falta de información precisa sobre el papel del fuego en los ecosistemas, sumada a la implementación de políticas que solo se enfocan en el control y la prevención total de los incendios, puede causar graves perjuicios a los ecosistemas. Aunque en ciertos casos el fuego es esencial para la regeneración de los bosques, en otros puede ser destructivo, provocando consecuencias ecológicas, sociales y económicas de gran magnitud[23]. Es fundamental que las políticas públicas reconozcan estas diferencias y promuevan una gestión más equilibrada del fuego, basada en el conocimiento científico y en la realidad local de cada ecosistema.
“El fuego a gran escala es funcional al extractivismo”[24]: Aportes desde la ecología política del fuego
En las últimas décadas, la práctica de “roza y quema” ha dejado de ser exclusiva de los pueblos indígenas u originarios, extendiéndose a una variedad de actores en los territorios. Esto ha provocado un aumento tanto en el número de quemas como en la extensión de las áreas afectadas. Entre los principales responsables se encuentran nuevos colonos, grandes agricultores y ganaderos, quienes, además, están vinculados al tráfico ilegal de tierras y al establecimiento de monocultivos intensivos en estas zonas.[25]
En el contexto actual, marcado por el alto precio de los commodities agrícolas como el trigo, maíz, café, cacao, soya y algodón, la quema intencionada de tierras se ha convertido en una herramienta clave para extender el sistema productivo hacia áreas rurales y amazónicas. Este fenómeno responde a las demandas del mercado global, que presiona por expandir las fronteras agrícolas, provocando un impacto directo sobre los territorios y los recursos naturales. En América Latina, el extractivismo contemporáneo ha dado lugar a una nueva dinámica de acumulación de capital, basada en el despojo territorial y el incremento de la explotación de bienes naturales.
Este modelo extractivo ha profundizado la dependencia de los países de la región hacia el mercado internacional, fortaleciendo un proceso de reprimarización de las economías. Es decir, estas economías se orientan nuevamente hacia la exportación de materias primas en lugar de desarrollar sectores industriales o diversificar su producción. Como resultado, la agroindustria ha ganado terreno, caracterizándose por la implementación de monocultivos que requieren grandes cantidades de nutrientes, agua y productos químicos para mantenerse productivos y competitivos a escala global.[26]
La expansión desenfrenada de la frontera agrícola no solo obedece a la lógica del mercado internacional, sino que también está facilitada por marcos jurídicos nacionales que permiten esta ampliación sin un control estatal eficiente. En muchos casos, las políticas agrarias y forestales, así como las regulaciones ambientales y los procesos de titulación de tierras indígenas, resultan insuficientes para proteger adecuadamente los derechos de las comunidades afectadas. Esta falta de regulación efectiva abre la puerta a prácticas de despojo territorial, lo que a su vez provoca el desplazamiento de comunidades locales e indígenas que han habitado estas zonas durante generaciones, afectando su cultura, su acceso a recursos y su forma de vida.
En Perú, recientemente se aprobó la Ley N° 31973, que modifica la Ley Forestal y de Fauna Silvestre (Ley 29763). Esta nueva legislación permite el cambio de uso de suelo sin la autorización previa de zonificación forestal, un requisito que anteriormente era fundamental para identificar las áreas adecuadas para actividades agropecuarias y para proteger el patrimonio forestal del país. Así, la norma legaliza la deforestación para fines agrícolas, abriendo la puerta a prácticas que pueden resultar devastadoras para los ecosistemas locales.
Además, la ley estipula que, en predios con títulos de propiedad o constancias de posesión[27] que carezcan de cobertura boscosa y donde se realicen actividades agropecuarias, ya no será necesario realizar un estudio de clasificación de tierras por su capacidad de uso mayor (CUM). Este estudio, que es un procedimiento técnico, científico y legal, tiene como objetivo identificar las tierras aptas para la actividad agropecuaria y aquellas donde su uso está prohibido, como en el caso de las tierras forestales o de protección, que deberían mantenerse bajo dominio público. La eliminación de este requisito no sólo pone en riesgo la integridad de estos ecosistemas, sino que también favorece un modelo de desarrollo agrícola insostenible que puede tener consecuencias irreversibles para el medio ambiente y las comunidades que dependen de estos recursos naturales.[28]
Asimismo, este tipo de normativas, sumadas a la falta de seguridad jurídica territorial para los pueblos indígenas, incluyendo la ausencia de titulación y georreferenciación, facilitan prácticas de despojo territorial, lo que resulta en el desplazamiento de las comunidades locales e indígenas que habitan estas áreas. Estas acciones no solo conducen a la pérdida de biodiversidad, sino que también agravan la crisis climática, dado que los ecosistemas amazónicos desempeñan un papel crucial como sumideros de carbono y reguladores del clima. En este contexto, la quema intencionada a gran escala de tierras se erige como un símbolo del avance del extractivismo y de las dinámicas de desposesión inherentes a la expansión de la frontera agrícola.
El cambio climático como catalizador de los incendios forestales
El cambio climático[29] se refiere a las variaciones a largo plazo en las temperaturas y los patrones climáticos. Desde el siglo XIX, las actividades humanas, en especial la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas, han sido el principal impulsor de este fenómeno. Las consecuencias actuales del cambio climático incluyen sequías extremas, escasez de agua, aumento del nivel del mar, inundaciones, deshielo en los polos, tormentas devastadoras y una disminución alarmante de la biodiversidad.
El cambio climático ha alterado drásticamente las condiciones que tradicionalmente regulaban la frecuencia y severidad de los incendios forestales. Las sequías prolongadas, junto con las temperaturas más altas y los patrones de lluvias cada vez más impredecibles, han convertido regiones que anteriormente eran húmedas en zonas de alto riesgo de incendios. Este fenómeno es particularmente evidente en la Amazonía[30] y los Andes, donde los ecosistemas no están adaptados para resistir incendios recurrentes, lo que agrava aún más el riesgo de colapso ecológico en estas regiones críticas.
Estas sequías, cada vez más frecuentes debido al cambio climático, aumentan considerablemente el riesgo de incendios al incrementar la sequedad del aire y la inflamabilidad del combustible presente en el bosque, al tiempo que reducen la humedad del suelo y aumentan indirectamente la mortalidad de la vegetación.[31] El cambio climático ha alterado los regímenes del fuego, creando condiciones propicias para incendios más grandes y peligrosos, producto de la combinación de temperaturas más elevadas, sequías prolongadas y la deforestación.
Lo que se ha denominado “sabanización” de la Amazonía, caracterizado por un clima más cálido y seco, incrementa y seguirá incrementando los incendios forestales. Este estrés hídrico, junto con el fuego, altera el papel climático de la Amazonía como sumidero de carbono, transformándola en una fuente neta de emisiones.[32] Estos factores están empujando a la Amazonía y a otros ecosistemas hacia un punto de inflexión crítico. En ecología, un punto de inflexión se refiere a un umbral que, al ser superado, provoca cambios drásticos e irreversibles en el funcionamiento de un ecosistema. En el caso de la Amazonía, esto podría significar la transición de selvas tropicales húmedas a sabanas o matorrales, ecosistemas con menor biodiversidad y funciones ecológicas completamente distintas.
Este proceso es alarmante, ya que el estado de sabana dificulta la recuperación del bosque una vez que ha sido transformado, eliminando la posibilidad de que el ecosistema retorne a sus condiciones originales. La pérdida de los bosques tropicales no solo afectaría la biodiversidad local, sino que también tendría repercusiones globales, dado que la Amazonía desempeña un papel esencial en el almacenamiento de carbono y la regulación de los ciclos del agua. Este deterioro aumentaría las emisiones de gases de efecto invernadero, alimentando aún más el cambio climático.[33]
La criminalización del uso del fuego en Perú
La falta de comprensión sobre el papel ecológico del fuego en los diversos ecosistemas de Latinoamérica ha derivado en la aprobación de leyes y políticas que satanizan su uso, tratándolo en todos los casos como perjudicial. Esto ha resultado en la criminalización del uso agrícola del fuego, una práctica ancestral de los pueblos indígenas y las comunidades locales, sin tomar en cuenta las necesidades específicas de los agricultores de subsistencia ni ofrecer alternativas viables. Estas políticas ignoran que, en muchos casos, los agricultores tienen pocos incentivos o libertad de acción para adoptar tecnologías que garanticen que su producción no será perjudicada.[34]
Este enfoque punitivo ha sido ineficaz y contraproducente, creando tensiones entre las comunidades rurales y las autoridades gubernamentales. Al criminalizar el uso del fuego en lugar de promover técnicas de quema controlada y segura, las políticas actuales han exacerbado el problema. Los agricultores, que ven el fuego como una necesidad para sus actividades agrícolas, optan por iniciar incendios de manera clandestina y sin supervisión, aumentando el riesgo de incendios incontrolables que escapan del control. Este ciclo de represión y falta de soluciones prácticas no solo amenaza la seguridad de los ecosistemas, sino también el bienestar de las comunidades que dependen de ellos.[35]
Actualmente, Perú no cuenta con un Plan Nacional o Política integral para la prevención y reducción de riesgos de incendios forestales, ni con un Plan Integral del Fuego a nivel nacional. El último esfuerzo en este sentido fue el Plan[36] aprobado por Resolución de Dirección Ejecutiva N° 284-2018-MINAGRI-SERFOR-DE, que estuvo vigente hasta 2022. Sin embargo, el enfoque predominante en el marco legal sigue siendo punitivo.
El Código Penal tipifica el delito contra los bosques o formaciones boscosas[37], sancionando con una pena privativa de libertad de entre cuatro y seis años, además de la prestación de servicios comunitarios de entre cuarenta y ochenta jornadas, a quien, sin la debida autorización, licencia o concesión, «destruya, queme, dañe o tale, total o parcialmente, bosques u otras formaciones boscosas, sean naturales o plantaciones». Este enfoque resalta la criminalización de actividades sin contemplar las realidades de las comunidades locales que utilizan el fuego para sus prácticas agrícolas.
A nivel administrativo, el artículo 207° del Reglamento para la Gestión Forestal clasifica como infracción muy grave provocar incendios forestales, castigada con multas que varían entre más de 10 UIT hasta 5000 UIT. Asimismo, el Decreto Supremo Nº 016-2012-AG, que regula el manejo de residuos sólidos del sector agrario, prohíbe expresamente en su artículo 27° la quema de residuos agrícolas, como los restos vegetales de cultivos o cosechas.
Estas sanciones sin un marco integral de actuación frente a incendios forestales, solo logra la criminalización de prácticas ancestrales, sin una distinción clara de actores y modo de quema. Las leyes deben enmarcarse en políticas integrales y considerar las necesidades de las comunidades rurales e indígenas, promoviendo un uso adecuado y controlado del fuego para evitar igniciones no deseadas y sus efectos negativos, como la destrucción de hábitats de especies animales y forestales, así como daños a la vida humana. Un enfoque más integral debería incluir un sistema de incentivos, sanciones, educación y alianzas entre el gobierno y las comunidades para fomentar el uso responsable del fuego en actividades como la agricultura, silvicultura, pastoreo y protección de ecosistemas[38].
Encendiendo el camino: Hacia un manejo integral, comunitario e indígena del fuego
Frente a una visión punitivista del uso del fuego, es necesario que se tomen decisiones y se orienten políticas públicas basadas en una comprensión ecológica e integral del fuego. El Manejo Integral del Fuego[39] es un enfoque que permite abordar tanto los problemas como los beneficios que los incendios generan en los ecosistemas y las sociedades donde ocurren. Evalúa los riesgos y beneficios del fuego, considerando su rol ecológico y económico en áreas de conservación o paisajes específicos. Este enfoque busca prevenir incendios destructivos y mantener regímenes de fuego adecuados de manera rentable. Cuando ocurre un incendio, este enfoque nos permite (1) evaluar sus efectos, si serán benignos, beneficiosos o perjudiciales, (2) sopesar riesgos y beneficios, (3) responder de manera eficiente según los objetivos del área afectada.
Este enfoque integra componentes tradicionales del manejo del fuego como la prevención, supresión y uso del fuego[40], con los atributos ecológicos clave del fuego, es decir, el régimen de fuego ecológicamente adecuado y las necesidades socioeconómicas y culturales, teniendo en cuenta los impactos negativos que puede causar en sociedades determinadas. Este enfoque resalta la importancia de incorporar las percepciones de las comunidades locales respecto al fuego, su necesidad de uso y los beneficios o daños que causan en los ecosistemas. El objetivo es mantener el rango ecológicamente aceptable de variación de los regímenes del fuego.
Las estrategias del Manejo Integral del Fuego[41], tanto para incendios beneficiosos como dañinos, abarcan varios aspectos clave: primero, la evaluación de necesidades y problemas; luego, la identificación de metas y condiciones futuras deseadas. Posteriormente, se desarrollan e implementan políticas adecuadas sobre el fuego, así como estrategias de prevención adaptadas a las características ecológicas y sociales. También se incluyen el uso controlado del fuego y el fortalecimiento de la preparación y respuesta a los incendios en todos los niveles. Además, se llevan a cabo acciones de recuperación, restauración y mantenimiento de los ecosistemas, junto con investigaciones sobre ecología del fuego, comportamiento del fuego y ciencias sociales. Todas estas acciones se basan en un enfoque de manejo adaptativo, que ajusta las estrategias a partir de los resultados obtenidos y las lecciones aprendidas mediante el monitoreo continuo.
Aunado al manejo integral del fuego, es importante incorporar a los actores que participan en los procesos de uso y manejo del fuego. El enfoque de manejo comunitario del fuego[42] nos permite incorporar de forma sustancial a las comunidades locales en la toma de decisiones y prácticas de prevención, control o utilización de quemas. Este enfoque se centra en las personas más vulnerables ante los impactos de la seguridad alimentaria después de los incendios.
Asimismo, el manejo indígena del fuego[43] permite comprender las técnicas que aplican para el uso del fuego de una manera apropiada en un contexto específico y a su vez, comprender las transformaciones de sus prácticas debido al aumento de la población y a los cambios en la dinámica de uso de la tierra. Este enfoque nos podría permitir en el futuro reintroducir las prácticas tradicionales del fuego en grandes extensiones en todo el mundo. Esto requiere un considerable trabajo adicional y una gran comprensión intercultural.
“PAAMARI”[44]: Guardianes asháninka del bosque y del fuego
El proyecto “PAAMARI”, impulsado por la Central Asháninka del Río Ene – CARE[45] y CoolEarth[46], es una iniciativa con enfoque comunitario e indígena destinada a la prevención, control y mitigación de incendios forestales. Enmarcado en el concepto de Kametza Saike (buen vivir asháninka) y en concordancia con las políticas nacionales, su objetivo es reducir la incidencia de incendios forestales en las comunidades y anexos afiliados a CARE, con el fin de disminuir los riesgos de pérdida de vidas humanas, viviendas, cultivos, así como de flora y fauna silvestre.
Entre las acciones del proyecto se destaca la creación y capacitación de 19 Comités de Vigilancia Forestal Comunitaria, conformados por 133 miembros asháninkas del Ene. Estos comités juegan un rol clave en la prevención y control de incendios en sus territorios, beneficiando a más de cinco mil familias y protegiendo más de 242 mil hectáreas de bosque tropical en la región Junín. El proyecto combina el conocimiento ancestral del territorio que poseen los asháninkas con tecnologías modernas como imágenes satelitales, GPS, radios intercomunicadores y drones, garantizando así una labor preventiva y reactiva más eficiente frente a los incendios forestales.[47]
El respaldo y la participación activa de las comunidades son fundamentales para la preservación de los ecosistemas y para mitigar los impactos de la crisis climática en la vida de los pueblos indígenas. Generar alertas tempranas sobre incendios en sus territorios no solo reduce la vulnerabilidad de estas comunidades ante desastres, sino que también facilita la toma de decisiones informadas por parte del Estado y promueve la protección ambiental.
El proyecto PAAMARI es un excelente ejemplo de cómo las iniciativas que incluyen un enfoque comunitario e indígena pueden generar soluciones sostenibles y efectivas. Al integrar los saberes ancestrales de los asháninkas con tecnologías avanzadas, se fortalece la capacidad de las comunidades para gestionar su territorio de manera autónoma, promoviendo la resiliencia frente a los incendios forestales. Este enfoque no solo respeta las formas de vida y cosmovisión de los pueblos indígenas, sino que también refuerza su rol como guardianes esenciales de su territorio, creando un modelo de manejo integral del fuego basado en el conocimiento local y la participación activa de las comunidades.
Conclusiones
Los incendios forestales en Latinoamérica, exacerbados por el cambio climático y prácticas extractivistas, han alcanzado una escala alarmante, afectando de manera devastadora tanto a los ecosistemas como a las comunidades humanas, especialmente a comunidades rurales e indígenas que dependen de sus tierras para su subsistencia. La falta de políticas integrales y preventivas ha dejado a muchos países, incluido Perú, con enfoques punitivos que criminalizan las prácticas tradicionales de quema sin ofrecer alternativas viables o una comprensión profunda de sus contextos culturales y ecológicos.
En este sentido, es fundamental que las políticas públicas reconozcan el papel ecológico del fuego en los ecosistemas, principalmente amazónicos, y la importancia de los conocimientos ancestrales para su manejo. Ignorar la relación histórica que las comunidades indígenas y locales han mantenido con el fuego no solo marginaliza a estos pueblos, sino que también dificulta la adopción de soluciones sostenibles para la prevención y control de incendios.
Para abordar de manera eficaz los incendios forestales, es crucial adoptar un enfoque de Manejo Integral del Fuego, que evalúe tanto los riesgos como los beneficios del fuego en los ecosistemas, y que involucre activamente a las comunidades en la toma de decisiones y acciones de mitigación. Es decir que se adopte un enfoque comunitario e indígena. Solo con una visión inclusiva y adaptativa que considere los aspectos ecológicos, sociales, culturales y económicos, será posible enfrentar los desafíos de los incendios forestales en los tiempos de crisis climática de manera equitativa y eficaz.
Referencias:
[1] Abogada por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Actualmente se desempeña como consultora legal de Fomento de la Vida (FOVIDA). Especialista en derechos humanos, pueblos indígenas y medio ambiente.
[2] Imagen de la NASA- National Aeronautics and Space Administration. Para más información visitar: Smoke Fills South American Skies
[3] Al momento de la publicación del presente artículo, la Alcaldía de Quito (Ecuador) declaró la ciudad en emergencia, producto de los 27 incendios forestales que cubrieron de humo y cenizas la capital del país que, aunado por la sequía, no han logrado ser controlados. (N. del E.)
[4] Situación reportada por el Portal Web France24 en: Suramérica bajo fuego: alerta en varios países por récord de incendios
[5] 15 de septiembre del 2024
[6] Declaraciones del Jefe de INDECI-Instituto Nacional de Defensa Civil, publicada por Canal N: Incendios forestales en Perú: Indeci reporta 14 fallecidos | Watch; por TV Perú Noticias: Indeci: incendios forestales causan al menos 10 fallecidos
[7] Portal web SAMI de Incendios del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre: Portal SAMI
[8] Información brindada por el Jefe de INDECI en la conferencia de prensa del 13 de septiembre del 2024.
[9] Ver en: Riaño, F. S., & Mora, A. I. (2019). Epistemologías del fuego, una propuesta a partir del pensamiento ancestral. Misión Jurídica, 12(16), 281-308. Disponible en: Epistemologías del fuego
[10] Para más detalle, ver: Mayor, P., & Bodmer, R. (2009). Pueblos indígenas de la Amazonía peruana. Iquitos: Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía (CETA).
[11] Mito relatado en: Mendoza Bardales, Y., León Castillo, P. E., Chávez Bazán, D., Soberón Puse, Y. E., Calderón Paredes, S. R., Malca Aguilar, L., & Ascorbe Paredes, S. S. (2019). Relatos ancestrales del pueblo Awajún: cuentos, mitos y leyendas. Disponible en: Relatos ancestrales del Pueblo Awajún
[12] Ver más en: https://revista.unibagua.edu.pe/index.php/manguare/article/view/233/275
[13] Ver más en: El fogón, un espacio sagrado – Revista Unidad
[14] Riaño, F. S., & Mora, A. I. (2019). Epistemologías del fuego, una propuesta a partir del pensamiento ancestral. Misión Jurídica, 12(16), 281-308. Disponible en: Epistemologías del fuego
[15] Para más información, ver: Rodríguez, C., & van der Hammen, M. C. (2011). El bosque intervenido: conservación en territorios indígenas de la Amazonía colombiana. Revista Colombia Amazónica, 4, 27-36.
[16] Para más información, ver: Rodríguez, C., & van der Hammen, M. C. (2011). El bosque intervenido: conservación en territorios indígenas de la Amazonía colombiana. Revista Colombia Amazónica, 4, 27-36.
[17] Ver más en: Myers, R. L. (2006). Incendios y ecosistemas: Un enfoque integral del manejo de fuego en América Latina. In Trabajo publicado en las memorias del Cuarto Simposio Internacional sobre Manejo Sostenible de los Recursos Forestales y Primer Taller Internacional sobre Manejo del Fuego. Universidad de Pinar del Río. Cuba.
[18] Ver más en: Palacio, M. E. Q., & Villa, H. M. S. (2019). Manejo del fuego como alternativa frente a los incendios forestales. El caso del Parque Entrenubes. Ambiente y Desarrollo, 23(45), 2. Disponible en: Manejo del fuego como alternativa frente a los incendios forestales. El caso del Parque Entrenubes*
[19] Ver más en: Myers, R. L. (2006). Incendios y ecosistemas: Un enfoque integral del manejo de fuego en América Latina. In Trabajo publicado en las memorias del Cuarto Simposio Internacional sobre Manejo Sostenible de los Recursos Forestales y Primer Taller Internacional sobre Manejo del Fuego. Universidad de Pinar del Río. Cuba.
[20] Ver más en: Myers, R. L. (2006). Convivir con el fuego, manteniendo los ecosistemas y los medios de subsistencia mediante el manejo integral del fuego, The Nature Conservancy, Iniciativa global para el manejo del fuego, E. U A.
[21] Ibid.
[22] Ver en: Estrategia de gestión del riesgo de incendio forestal en el Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SINANPE).
[23] Ver más en: Myers, R. L. (2006). Convivir con el fuego, manteniendo los ecosistemas y los medios de subsistencia mediante el manejo integral del fuego, The Nature Conservancy, Iniciativa global para el manejo del fuego, E. U A.
[24] Fernández Bouzo, S., & Wertheimer, M. (2023). Argentina en llamas: Voces urgentes para una ecología política del fuego. El Colectivo.
[25] Ver en: Gudynas, E. (2020). Ecología política del fuego: ambiente y desarrollo en los incendios sudamericanos de 2019. Informe Ambiental, 12, 40-50. Disponible en: Ecología política del fuego: ambiente y desarrollo en los incendios sudamericanos de 2019
[26] Fernández Bouzo, S., & Wertheimer, M. (2023). Argentina en llamas: Voces urgentes para una ecología política del fuego. El Colectivo.
[27] Emitidos con anterioridad al 12 de enero del 2024.
[28] Ver más en: Opinión legal que analiza las iniciativas que buscan derogar la Ley 31973, Ley que modifica la Ley Forestal y de Fauna Silvestre (Ley 29763)
[29] Ver en: Naciones Unidas-Acción por el Clima
[30] Leer la nota de PuntoEdu: Bosques: incendios y cambio climático en el Perú – PuntoEdu PUCP
[31] Ver más en: Armenteras, D. (2024). Fuego y agua: cambio global, resiliencia de los bosques y riesgo del punto de no retorno para la Amazonía. Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 48(187), 438-444.
[32] Ver en: Raéz–luna, E. (2019). La Amazonía peruana y el cambio climático. Publicación del Movimiento Ciudadano frente al Cambio Climático (MOCICC), elaborada con el apoyo de Rainforest Noruega.
[33] Ver más en: Armenteras, D. (2024). Fuego y agua: cambio global, resiliencia de los bosques y riesgo del punto de no retorno para la Amazonía. Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 48(187), 438-444.
[34] Myers, R. L. (2006). Convivir con el fuego; manteniendo los ecosistemas y los medios de subsistencia mediante el Manejo Integral del Fuego. Tallahassee: The Nature Conservancy.
[35] Ibid.
[36] Ver en: PLAN DE PREVENCIÓN Y REDUCCIÓN DE RIESGOS DE INCENDIOS FORESTALES
[37] Artículo 310° del Código Penal Peruano.
[38] Propuesta planteada por Myers, en Myers, R. L. (2006). Convivir con el fuego; manteniendo los ecosistemas y los medios de subsistencia mediante el Manejo Integral del Fuego. Tallahassee: The Nature Conservancy.
[39] Propuesta de “Manejo Integral del Fuego” planteada por Myers, en Myers, R. L. (2006). Convivir con el fuego; manteniendo los ecosistemas y los medios de subsistencia mediante el Manejo Integral del Fuego. Tallahassee: The Nature Conservancy.
[40] “El manejo del fuego es la gama de decisiones y acciones técnicas posibles dirigidas a la prevención, detección, control, contención, manipulación o uso del fuego en un paisaje dado para cumplir con metas y objetivos específicos. Se puede imaginar el manejo del fuego como un triángulo cuyos lados son la prevención, la supresión y el uso del fuego”. Ver en: Myers, R. L. (2006). Convivir con el fuego; manteniendo los ecosistemas y los medios de subsistencia mediante el Manejo Integral del Fuego. Tallahassee: The Nature Conservancy.
[41] Propuesta de “Manejo Integral del Fuego” planteada por Myers, en Myers, R. L. (2006). Convivir con el fuego; manteniendo los ecosistemas y los medios de subsistencia mediante el Manejo Integral del Fuego. Tallahassee: The Nature Conservancy.
[42] Ver en: Shields, B. El manejo del fuego–las dinámicas de las organizaciones y la gente.
[43] Ibid.
[44] Significa fuego en Ashaninka.
[45] Ver información en: #PAAMARI 🔥🛖🌳 • Una de las amenazas que se intensifica con los años en nuestra cuenca son los incendios forestales, que afectan a las 19 comunidades y más… | By Central Asháninka Río EneFacebook
[46] Ver más en: La relación entre el fuego y las comunidades indígenas
[47] Ver en: Proyecto Paamari: Crea el primer comité con asháninkas para combatir incendios forestales en la Amazonía | Radio Nacional