No hay dudas. Habló el Perú real, el Perú que decimos «invisible», el que creemos «profundo», pero que en realidad es una expresión del hartazgo por 30 años de crecimiento sin inclusión. Pedro Castillo Terrones es el reflejo más genuino de las aspiraciones y deseos de una sociedad rural (y también urbana) que busca participar del crecimiento macroeconómico que les fue esquivo. En lo personal, estoy seguro de que el votante de Perú Libre no es comunista, castrochavista, ni quiere el fin de la economía social de mercado, sino que exige un estado más presente, un estado eficiente y, por qué no, amigo.
Pero para ganar, el profesor nacido en el poblado de Chugur y residente en Tacabamba, va a tener que hacer muchas concesiones. Su plan de gobierno habla de un modelo abiertamente socialista, menciona la nacionalización de las telecomunicaciones, considera a la CIDH como un instrumento del imperialismo y no cree en la igualdad de derechos de los LGTBI. Por añadidura, Vladimir Cerrón tiene una condena por corrupción que, si bien está en casación, refleja que su gestión está más hecha de sombras que de luces. No olvidemos también que en 2018 Cerrón invitó abiertamente a un conservador moral como Ricardo Belmont para que sea su candidato a la alcaldía de Lima.
Pero por el otro lado no solo tenemos evidencias comprobadas, sino delitos flagrantes. Keiko Fujimori afronta un pedido de la fiscalía de 30 años de prisión por lavado de activos, y el fiscal provincial José Domingo Pérez ha denunciado que si Fujimori sale elegida su vida entrará en riesgo. Muy aparte de la conducta destructiva y obstruccionista de la señora K, quien logró vacar dos presidentes y tumbaba gabinetes a diestra y siniestra, muy aparte de utilizar chats privados como el Mototaxi y La Botika para poder dar instrucciones a su bancada para no aprobar leyes que no le convenían políticamente. Su deseo desde 2016 era ser presidenta de inmediato y destituir con cualquiera argucia a los presidentes de turno. No lo logró, pero parece estar a punto. La alta fragmentación de los partidos la favoreció y la hizo sonreír luego de dos años sombríos entre barrotes y libertades condicionales.
No olvidemos que Keiko Fujimori fue la primera dama de la dictadura de su padre, quien mandó esterilizar a miles de mujeres campesinas en su intento de controlar la población, dirigió el destacamento paramilitar Colina cuyos crímenes de Barrios Altos y La Cantuta son harto conocidos pero poco recordados por el electorado, además de la gran corrupción, la compra de conciencias, los presuntos nexos con el narcotráfico, la televisión basura, el caudillismo y mesianismo (bautizando los asentamientos humanos con los nombres de los miembros de la Familia Fujimori), el clientelismo, la alta flexibilización laboral, la destrucción de los sindicatos, y seguiríamos escribiendo.
Al margen de los «aplausos protocolares» de sus fieles, Keiko Fujimori va a tener que fidelizar con las candidaturas y votantes de Hernando de Soto (quien fue asesor económico de su padre luego del autogolpe del 5 de abril de 1992), además de hacer guiños a Rafael López Aliaga. Un apoyo importante será el de César Acuña, quien tendrá que decidir si empatizar con su paisano Castillo (nacieron en el mismo poblado) o si se decide por una cruzada «anticomunista» al lado de Fujimori, teniendo en cuenta que Acuña ha logrado instalar en el Congreso a gente conservadora como Roberto Chiabra y Gladys Echaiz.
En cuanto a George Forsyth, muchos creen que será fácil que él se decida por uno de los candidatos. Si bien en Victoria Nacional están ubicados algunos ex fujimoristas (como su propia jefa de prensa Lizbeth Maceda), también hay una antifujimorista cívica muy valiosa como Patricia Arévalo, quien ya negó desde ya que apoyará a Fuerza Popular, sin embargo, se ha negado en apoyar a Castillo. Al menos por ahora. En cuanto al Partido Morado (de quien se dice podría aliarse parlamentariamente con Juntos por el Perú) está casi claro que no votarán por Keiko, no obstante, si Castillo no los convence, votarán en blanco y en bloque. Sobre Podemos no hay muchas dudas: aunque hemos visto a Daniel Urresti denostar siempre de Keiko, su antiizquierdismo le pesa más y no descartaría apoyarla ante un profesor huelguista con perfil claramente de izquierda. Los demás partidos son una incógnita, pero que nadie dude que las habas ya se están cociendo hace rato.
Sorprende a algunos (en lo particular, a mi no) el respaldo inmediato de Mario Vargas Lllosa a Keiko Fujimori. Esto en realidad, es el ultimo eslabón de su abandono hacia el liberalismo y su entrega total a la reacción; si lo vimos marchando con Santiago Abascal de Vox, cenando con Iván Duque y dándole saludos a Alvaro Uribe, respaldando al Piñera de las represiones del 2019, y tolerando de manera cómplice a Bolsonaro, ¿por qué no verlo levantar el brazo con el fujimorismo? Ahora la élite progresista, ubicada en la Universidad Católica, IDL, la Coordinadora de Derechos Humanos, los “encerronxrs”, los nakers, los Curwen, los Cacash, que tanto han denostado contra Alberto y Keiko, van a tener que definirse, o mejor dicho, mojarse. ¿Van a tolerar un gobierno keikista que probablemente compre conciencias en el Congreso, o apoyarán una propuesta socialdemócrata de Perú Libre con apoyo de Juntos por el Perú y otros elementos importantes? ¿Van a callar tibiamente como los moderados colombianos que permitieron la victoria de Duque sobre Petro, o de los liberales brasileños que no apoyaron a Hadad? Ojalá Keiko no sea presidenta pero, de ser electa, no le auguro mucho tiempo, sino miremos los casos de Chile y Brasil, donde sus gobiernos si bien siguen, ya están tambaleando. Y no caerá por el Congreso, sino con la gente organizada que abrirá, aunque no le guste a la señora K, un proceso constituyente mas temprano que tarde. No huyamos, y sigamos combatiendo desde nuestras posiciones sea cual fuese el resultado. Resistamos. Pero antes, votemos bien y sepamos en lo que nos estamos metiendo.
Por Eduardo Quintanilla