Nota: Traducción al español de “What we are up against” de Julia Steinberger. Traductor: Yaku Fernandez.
Exponer la historia secreta de cómo se gestó la crisis climática debe cambiar todo sobre cómo actuamos para detenerla.
Una revuelta en diez capítulos:
- La causa. Sabemos que la crisis climática llega a nosotros traída por sistemas económicos altamente desiguales y no democráticos.
- El ascenso. La historia reciente de estos sistemas económicos, en las Américas y en Eurasia, está dominada por el ascenso de la ideología neoliberal.
- La amenaza. La ideología neoliberal es antidemocrática en esencia. Su objetivo es el de dar rienda suelta sobre nuestras sociedades a las corporaciones, no a los ciudadanos.
- Los impulsores. La industria de combustible fósil es un promotor de larga data, así como beneficiario, de la toma neoliberal de nuestras sociedades.
- La coordinación. La organización de esta toma no es improvisada: está coordinada por think tanks, lobbies, empresas de asesoría legal y relaciones públicas. Estas, a su vez, están coordinadas internacionalmente, por ejemplo, a través de Atlas Network, el cual está ligado a más de quinientos think tanks alrededor del mundo.
- El crecimiento. Estos think tanks forman a sus cuadros internamente y los promueven en posiciones de influencia tanto en política como en comunicaciones.
- El mensaje. Estos think tanks replican sus contenidos y estrategias a nivel mundial. Envenenan nuestra esfera pública en formas que van desde abogar por políticas económicas neoliberales brutalmente desiguales, hasta promover la negación de la ciencia climática. También se adentran en temas divisorios de guerra cultural, sobre género (igualdad de derechos para las mujeres, y los derechos queer y trans), raza o migración.
- La influencia. Un objetivo esencial de estas organizaciones es reemplazar los conocimientos de la investigación universitaria por sus propios contenidos, influyendo en aquellos que influyen, teniendo como objetivo a los profesores y periodistas.
- La implicancia. Para contrarrestar tales actores centralizados y coordinados, el movimiento climático (así como todos los movimientos atacados por el neoliberalismo) deben cambiar radicalmente, tanto en orientación como en estrategia.
- La dirección. La democracia, el temible enemigo del neoliberalismo, debe estar en el corazón de nuestra nueva dirección.
Un par de advertencias antes de empezar.
- Este ensayo es corto (en comparación con su alcance) con el objetivo de facilitar su lectura por tanta gente como sea posible. No se trata de brindar un tono académico, sino más bien de ofrecer un tono casual. Ciertas imprecisiones son inevitables.
- Sin embargo, voy a citar y enlazar los principales trabajos e ideas sobre los que me baso, de tal modo que las personas puedan revisar, verificar y corregir mis propios argumentos.
- No soy una experta en la mayoría de los temas que voy a tratar aquí. Mi compromiso es que esto sea un documento vivo: si necesito corregirlo, habrán actualizaciones.
Empecemos.
Capítulo 1. La causa
La crisis climática llega a nosotros traída por sistemas económicos altamente desiguales y no democráticos.
Esto ha sido estudiado una y otra vez por lo que solo repetiré los principales puntos: la crisis climática es una crisis de acumulación de riqueza. Los más ricos emiten la mayor parte de las emisiones globales de CO2, mientras poseen y se benefician de la industria de los combustibles fósiles y sus aliados.
En este sistema económico, el crecimiento económico va hacia los más ricos, lo que exacerba las crisis de desigualdad tanto social como climática. Los más ricos se vuelven incluso más ricos y poderosos: tan poderosos como para mantener nuestras economías continuamente dependientes del combustible fósil, pese al daño social, económico, de salud y, por supuesto, planetario que esta dependencia causa. La dependencia del combustible fósil se impone sobre nosotros por medio de mecanismos no democráticos, que van desde imponer la dependencia de coches a través de planificación urbana ineficiente y segregada, hasta acuerdos internacionales de comercio que protegen los beneficios de la industria fósil (como el Tratado de la Carta de la Energía). Esta interferencia desigual y antidemocrática de la industria fósil en nuestras sociedades lleva más de un siglo, y se origina con el Standard Oil de Rockefeller, hoy ExxonMobil.
Capítulo 2. El ascenso.
La historia reciente de estos sistemas económicos, en las Américas y en Eurasia, está dominada por el ascenso de la ideología neoliberal
El neoliberalismo fue la creación de la sociedad Mont Pélerin , una pandilla de economistas que buscaban golpear la (relativa) estabilidad igualitaria de la economía Keynesiana. En los años 50, se reunieron bajo el liderazgo de Friedrich Hayek, para idear el contorno de un programa económico donde las corporaciones pudieran estar libres de la tiranía de las responsabilidades sociales básicas.
Aunque el neoliberalismo se escudaba públicamente bajo el manto de “la libertad de mercado como base de todas las libertades”, es realmente importante entender que el tipo de libertad que promueve es la libertad sólo para los productores (es decir, las empresas privadas y los dueños del capital), y no para algún otro actor económico. No para los trabajadores, no para los consumidores, no para los ciudadanos, no para las comunidades. El objetivo es que los productores dispongan de todo el poder y el margen de acción, al tiempo que se restringe la capacidad de otros actores para reunirse y realizar cualquier tipo de demanda o cambios económicos.
Capítulo 3. La amenaza
La ideología neoliberal es antidemocrática en esencia. Su objetivo es el de dar rienda suelta sobre nuestras sociedades a las corporaciones, no a los ciudadanos.
Esta es la parte del ensayo que probablemente sea más contra intuitiva. Mucha gente, incluida aquellas que son políticamente activas en esferas liberales y neoliberales, se consideran a sí mismas pro-democracia, al tiempo que defienden las libertades de mercado. Y muchos en la izquierda, incluida yo misma, consideramos que el neoliberalismo estaba obsesionado con el libre mercado, en detrimento de la democracia. Pero esa comprensión invierte la relación causa-efecto en el neoliberalismo.
Como Wendy Brown magistralmente cuenta en su épico libro “En las ruinas del Neoliberalismo”, el edificio neoliberal de Hayek empieza, desde su fundación, con una determinación a destruir la sociedad, y la democracia, entendida como la habilidad del pueblo para hacer demandas comunes acerca de sus objetivos y aspiraciones. La imposición del absolutismo de mercado es meramente un medio para un fin: el objetivo es la destrucción de la democracia. Otra vez, entiendo si esto suena extraño, pero es cierto. En las palabras propias de Hayek, citado por Brown:
“Cuanto más se vea que la posición de los individuos o grupos depende de las acciones del gobierno, más insistirán en que los gobiernos apunten a algún esquema reconocible de justicia distributiva; y cuanto más intenten los gobiernos realizar algún patrón preconcebido de distribución deseable, más deberán someter la posición de los diferentes individuos y grupos a su control. Mientras la creencia en la «justicia social» gobierne la acción política, este proceso deberá acercarse progresivamente cada vez más a un sistema totalitario”
En la visión del mundo de Hayek, la democracia lleva inevitablemente a un reclamo colectivo hacia la “justicia distributiva”, cierta forma de la satisfacción de la necesidad universal. Y este reclamo colectivo, en lugar de ser entendido como una meta colectiva razonable que deberíamos ser capaces de realizar, por medio de trabajar unidos los unos con los otros en nuestras economías, se transforma, en la afiebrada mente de este aristócrata Austriaco, en el peor enemigo que debe ser aplastado y eliminado a toda costa.
En la mente de Hayek, las aspiraciones democráticas sobre satisfacer la necesidad universal tienden inevitablemente al totalitarismo, la temible y absoluta ausencia de libertad. Esto tiene muy poco sentido: así, la ausencia de la satisfacción de la necesidad universal podría decirse que es la causa última de la masiva falta de libertad en el mundo. Cuando las necesidades humanas de las personas no son satisfechas, ellas no están en la posición de hacer o realizar ninguna forma de plan de vida (ver Doyal y Gougj “Una teoría de la necesidad humana”, y el trabajo Amartya Sen y Martha Nussbaum sobre las capacidades, y el libro de Sen, “Desarrollo como libertad”). Entonces, ¿sobre qué tipo de libertad habla Hayek aquí?
La democracia como ausencia de libertad para los productores.
Hayek, y otros neoliberales, tienen la visión opuesta de Doyal, Gough, Sen y Nussbaum. Ellos ven la libertad no desde la perspectiva de personas que requieren un mínimo decente proveído por la economía con el fin de vivir una vida plena y realizar su potencial humano. Ellos ven la libertad desde la perspectiva de los productores en la economía, quienes deben ser totalmente libres de actuar sin ninguna limitación social o democrática a su margen de acción. Desde este punto de vista, la perspectiva de los productores, la democracia es la vía rápida a los objetivos “totalitarios”, donde la organización colectiva (en este caso, visto solamente como estado centralizado, el cual es en sí mismo reductor y errado, pero algo entendible dado el contexto historico del gobierno central Sovietico) interpone un riesgo existencial a la libertad de los productores para administrar lo económico.
El fundamentalismo de mercado
Hayek y sus colegas neoliberales necesitaban otra manera antidemocrática de organizar la sociedad. Ellos no querían democracia, más bien querían alguna forma de organización auto-mantenida entendida como jerarquía. Se suponía que la organización era ofrecida por el mercado, y la jerarquía por la competencia en los mercados. (Se debe notar que los neoliberales de los 50s no anticiparon que los mercados sin restricciones llevaban a la concentración en monopolios y carteles, aunque debieron predecirlo. Ellos habían desaprobado ciertamente la vasta mayoría de corporaciones que funcionan en nuestras actuales economías, incluso aunque sus políticas de mercado por encima de la democracia, predeciblemente, los habría generado)
De esta manera, el proyecto neoliberal ha sido siempre, y continúa siendo, antidemocrático en su esencia. Está diseñado para prevenir el debate y la decisión colectivas sobre cómo queremos organizar nuestras economías y nuestro trabajo. Y en los últimos cuarenta años ha sido tan exitoso que la sola idea de que podamos decidir juntos cómo trabajar y cómo contribuir a satisfacer las necesidades y el bienestar de los unos y los otros parece un distante sueño febril. Incluso cuando nunca ha estado tan cerca de nuestro alcance. ¿Quién ha estado deteniéndonos?
Capítulo 4. Los impulsores.
La industria de combustible fósil es un promotor de larga data, así como beneficiario, de la toma neoliberal de nuestras sociedades.
Seamos realistas: la sociedad Mont Pélerin, una pequeña pandilla de alto nivel de economistas y filósofos, habría tenido dificultades, por sí solos, para conquistar el mundo. Pero casi desde el comienzo, ellos tuvieron patrocinadores ricos y poderosos. La entrelazada historia de la industria fósil y la agenda económico-política del neoliberalismo comienza desde bien antes. Ya en los 50s, la industria fósil se infiltró en la enseñanza de la economía en los Estados Unidos, buscando “difundir sutilmente el mensaje de que la libertad Americana es el producto del capitalismo extractivista”.
Peor aún, el dominio de las industrias fósiles en nuestras economías no es un trágico accidente histórico, sino algo fundamental en el ADN de nuestros sistemas económicos. Como Jason Moore, Andreas Malm, Jeremy Walker y Amitav Ghosh han descrito, el saqueo global, la extracción y explotación están en la raíz de las acumulaciones masivas de beneficios que hicieron posible el capitalismo moderno. La industria fósil no es fortuita en nuestras economías, es una parte clave de su estructura. Además, la industria fósil es desde hace décadas penosamente consciente de su dependencia de un sistema económico despiadado y dominado por los productores, véase “This Changes Everything” de Naomi Klein.
Las corporaciones de la industria fósil y los billonarios que han creado, en los Estados Unidos y en Europa, estaban convencidos de dos ideas interconectadas. Primero, ellos necesitaban un tipo de capitalismo de libre mercado para seguir existiendo, libres de la interferencia del estado y el escrutinio democratico de sus operaciones. Segundo, ellos podrían ganar legitimidad a través de mantener las economías capitalistas, presentándose como el andrajoso Atlas que sostiene la brillante y exponencialmente creciente riqueza capitalista. Esta historia se cuenta con muchos más detalles y matices históricos en el épico “More heat than life” de Jeremy Walker, así como a través del extraordinario podcast Drilled, de Amy Westervelt.
En los 70s y 80s, tanto los intelectuales neoliberales como sus patrocinadores de la industria fósil han tenido bastante tiempo para enamorarse a largo plazo unos con otros. Los pensadores neoliberales daban las ideas, la industria fósil daba el dinero para divulgar esas ideas en todo el mundo.
Y ahora nosotros vivimos en el vástago monstruoso de ese matrimonio de convicción y conveniencia.
Capítulo 5. La coordinación
La organización de esta toma no es improvisada: está coordinada por think tanks, lobbies, empresas de asesoría legal y relaciones públicas. Estos, a su vez, están coordinados internacionalmente, por ejemplo, a través de Atlas Network, el cual está ligado a más de quinientos think tanks alrededor del mundo.
Neoliberalismo a punta de pistola…
El primer gran éxito del neoliberalismo fue abiertamente antidemocrático: el golpe de estado del general Pinochet, respaldado por Estados Unidos, contra el gobierno democráticamente electo de Salvador Allende fue celebrado como una oportunidad por la sociedad Mont Pélerin. Sus luminarias, desde Hayek hasta Milton Friedman, no dudaron en apresurarse a reconfigurar la sociedad Chilena a su imagen despiadada. La yuxtaposición de lo “liberal” y la brutal dictadura militar (Pinochet torturó, asesinó y desapareció decenas de miles de militantes izquierdistas, una generación entera) pudiera parecer extraño a algunos, pero tiene perfecto sentido cuando recordamos que la sola libertad que le interesa al neoliberalismo es la libertad del productor: la libertad de las corporaciones para extraer, explotar y beneficiarse. El fatal pecado democrático de Allende, por el cual pagó el precio máximo, asesinado en el Palacio de la Moneda por los hombres de Pinochet, fue el plan de nacionalizar el cobre Chileno. ¿Cómo un país podría atreverse a decidir democráticamente el control de sus propios recursos y riqueza?. La muerte, tortura y las duras politicas economicas fueron, con el apoyo estadounidense, la respuesta neoliberal de tal insolencia.
…y en las urnas.
El siguiente gran éxito de los neoliberales fue un premio mayor: cuando la británica Margaret Thatcher fue electa en 1979. Ya no era necesario imponer el neoliberalismo a punta de arma: la sociedad Mont Pélerin y sus patrocinadores industriales encontraron una manera de romper el código y dañar a las sociedades democráticas de tal forma que ahora eligieran su propia perdición en las urnas. ¿Pero ahora? Dos palabras: think tanks. Jeremy Walker lo resume en “More heat than life”:
“Nunca fue probable que la insistencia de Hayek en que la democracia igualitaria traería la ruina obtuviera la aprobación generalizada de una ciudadanía democrática basándose en su reflexión sobre el corpus de publicaciones ‘científicas’ de Hayek. (…) Hayek comprendió que proteger el mecanismo de mercado de un exceso de democracia requeriría la ingeniería del consentimiento, mediante la construcción intencionada de una maquinaria política agnotológica que comercializara masivamente «propaganda empresarial».
La tarea de poner en marcha esta maquinaria paralela de comunicación de masas (y el reclutamiento y formación de activistas neoliberales) fue asumida por el empresario inglés Anthony Fisher, un devoto de Hayek. En 1955, Fisher fundó el Instituto de Asuntos Económicos (IEA), que más tarde lanzó la revolución Thatcher desde la extrema derecha del Partido Conservador. En una carta a Fisher tras su victoria electoral de 1979, Margaret Thatcher escribió que el IEA había creado «el clima de opinión que hizo posible nuestra victoria».
El asombroso éxito de Thatcher inspiró a Anthony Fisher a crear el Atlas Network: una federación internacional de think tanks, construido sobre el modelo de su propia Institute for Economic Affairs, que iba a fabricar “el clima de opinión” que permita la propaganda de los negocios neoliberales para conquistar tantos países como sea posible. La financiación de la red no es algo transparente, pero bastante, sino todo, proviene de las industrias extractivas, especialmente de la industria fósil. El Atlas Network tiene más de 500 afiliados en todo el mundo (usted puede aprender más y encontrar aquellos que se encuentran mas cerca de usted aqui).
Capítulo 6. El crecimiento.
Estos think tanks forman a sus cuadros internamente y los promueven en posiciones de influencia tanto en política como en comunicaciones.
Investigadores como Jeremy Walker y reporteros de DeSmog han rastreado las carreras de individuos de Atlas Network. No soy un especialista, pero en mi entendimiento el proceso va del siguiente modo. Los think tanks llevan a cabo cursos de reclutamiento (escuelas de verano, “másteres ejecutivos”,…) para identificar y formar a sus cuadros. Ellos usan métricas de desempeño relacionadas a la habilidad de comunicación y la difusión del evangelio neoliberal en la esfera pública (el número de los artículos de opinión y cartas al editor publicado, apariciones en la TV, documentos de política y materiales que se incorporan a las políticas o a los programas de formación…).
Entonces, ellos proceden a apoyar a sus reclutas más prometedores, vía puestos en los think tanks, pero también intentan ubicarlos en los medios de comunicación o partidos políticos, con el resultado de que muchas de las personas más vocales y activas en la derecha política han sido influenciados por la ideología de Atlas Network, y confían a esa red como apoyo profesional.
Capítulo 7. El mensaje
Estos think tanks replican sus contenidos y estrategias a nivel mundial. Envenenan nuestra esfera pública en formas que van desde abogar por políticas económicas neoliberales brutalmente desiguales, hasta promover la negación de la ciencia climática. También se adentran en temas divisorios de guerra cultural, sobre género (igualdad de derechos para las mujeres, y los derechos queer y trans), raza o migración.
Los temas cubiertos por los Think Tanks de Atlas Network son bastante variados, incluso a veces contradictorios, como revela una visita rápida a sus sitios web y publicaciones. Sin embargo, tienen dos temas centrales. El primero es la promoción de las políticas económicas neoliberales favorables a las empresas, disfrazadas y maquilladas para que parezcan compatibles con la democracia bajo el manto de Hayek de “la libertad de mercado como base de todas las demás libertades”. La segunda es la negación del cambio climático y el aplazamiento de las medidas climáticas.
De hecho, los think tanks de Atlas Network han sido posiblemente el mayor conducto y apoyo para promover el negacionismo climático y el aplazamiento de la acción climática.
Algunos think tanks de Atlas Network habían pasado página y se presentan como partidarios de la ciencia climática, incluso promoviendo la acción climática. Sería mejor no dejarse engañar por este cambio de opinión superficial. El objetivo principal de Atlas Network es proteger a las empresas de cualquier tipo de regulación democrática, especialmente a las empresas extractivas como las industrias fósiles, que después de todo se encuentran entre sus financiadores y patrocinadores más generosos. Incluso cuando los think tanks de Atlas Network pretendan aceptar la realidad del cambio climático, será para retrasar la acción necesaria mediante otro tipo de propaganda, como la promoción de medidas voluntarias, fantasías tecnológicas, o incluso argumentos absurdos como que los combustibles fósiles son necesarios para la humanidad y la acción climática.
Los think tanks de Atlas Network también se interesan por cualquier tema que pueda causar división social, socavar el funcionamiento democrático y atraer más adeptos a su causa. Entre ellos se incluyen los valores familiares conservadores, que eran un principio básico de la planeada organización social de Hayek junto con el fundamentalismo de mercado (véase «In the Ruins of Neoliberalism» de Wendy Brown para más detalles sobre esta aparente paradoja). También incluyen debates sobre feminismo, género y derechos de los queer, y migración. Aquí es importante señalar que los think tanks neoliberales a menudo argumentan en lados opuestos de estas cuestiones, algunos más conservadores, otros más liberales.
La constante, si la hay, será la de oponerse a la intervención del Estado por mandato democrático. Por ejemplo, en la imagen superior, vemos a la revista neoliberal suiza «Regard Libre» abogando por los derechos de la mujer (izquierda) y en contra de los derechos de los homosexuales (derecha). La consistencia no es tan difícil de encontrar: los derechos de la mujer sólo son dignos porque se argumenta que surgen junto con el capitalismo industrial, es decir, la economía dominada por el productor. Los derechos de los homosexuales se oponen porque solicitan una protección colectiva y democrática a través del reconocimiento estatal.
Este es un punto realmente importante para quienes defienden la democracia, la economía, el clima, el género, la justicia social o cualquier otro objetivo del neoliberalismo. A los comunicadores de la agenda neoliberal no les importa los valores fundamentales o la realidad sobre la que comentan. No les importa el tema específico de discusión. En absoluto. Les importa el resultado estratégico de crear la discusión en primer lugar. Este punto es especialmente difícil de entender para los izquierdistas y los científicos, ya que a ellos sí les importan los valores fundamentales y la realidad.
El objetivo estratégico de los comunicadores neoliberales es siempre doble: crear desconfianza en los procesos democráticos, en los procesos orientados o financiados públicamente, y crear la confusión suficiente para desorientar e inutilizar la toma de decisiones democrática.
De hecho, el segundo objetivo de los medios neoliberales que cubren todos los flancos de la guerra cultural, por decirlo con la cruda pero acertada expresión de Steve Bannon, es «inundar la zona de mierda». Esto significa amplificar la cacofonía de temas divisivos, con el fin de socavar el debate colectivo razonado y compasivo y, en última instancia, destruir la capacidad de toma de decisiones democráticas razonadas.