Maydo Carrasco Pereda
En el Perú, 9,8 millones de compatriotas viven en condiciones de pobreza, y tenemos 1,9 millones de personas que se encuentran en pobreza extrema al no cubrir su canasta mínima de alimentos, es decir, pasa hambre diariamente. Esta lamentable e inaceptable realidad no es una casualidad ni un fenómeno natural inevitable; es el resultado directo de un sistema neoliberal que muestra su deficiencia y su alta capacidad de perpetuar la desigualdad. Es hora de mirar más allá de las cifras superficiales y cuestionar las estructuras que sostienen esta tragedia.
La medición de la pobreza en el Perú basada en el ingreso monetario es insuficiente, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, el mecanismo de medir la pobreza como insuficiencia de ingresos, no tiene normas validadas internacionalmente o que se puedan aplicar en todos los contextos, esta carencia de criterios aplicables de manera generalizada redunda en que la construcción de líneas de pobreza siempre conlleve algún grado de arbitrariedad.
Según el criterio oficial, para no ser considerado pobre, una persona debe ganar más de S/.426 soles al mes, y para superar la pobreza extrema, más de S/.251 soles. Estas cifras, ignoran las dificultades del día a día y el verdadero costo de vivir con dignidad. Además, hay una marcada disparidad entre las zonas urbanas y rurales. En las áreas rurales, donde el acceso a servicios básicos es limitado, el dinero es aún menos eficaz para mejorar la calidad de vida.
En más de 30 años de implantación del sistema neoliberal hemos presenciado su fracaso en abordar las necesidades fundamentales de la población. Concentrando la riqueza y el poder en manos de unos pocos, mientras la mayoría lucha por sobrevivir con salarios insuficientes y sin acceso adecuado a la educación y la salud; mientras gran parte de nuestros políticos y autoridades se comportan como parásitos, buscando beneficios individualistas y permitiendo que estas políticas continúen sin ningún tipo de cuestionamiento.
El Índice de Desarrollo Humano (IDH), utilizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ofrece una alternativa más completa para poder abordar la pobreza de una manera más óptima. Este índice evalúa la pobreza considerando la esperanza de vida, el nivel educativo y el ingreso, proporcionando una visión más amplia de lo que significa vivir con dignidad.
El IDH nos muestra que el Perú ha retrocedido significativamente. Desde 2019, hemos bajado 8 puestos en este índice, y la esperanza de vida al nacer ha disminuido de 76 a 73 años, un retroceso de casi una década. Además, cuando ajustamos el IDH por desigualdad, el índice cae en 20 puntos porcentuales, lo que evidencia las enormes desigualdades en nuestro país. Esto refleja la falta de acceso equitativo a servicios vitales y oportunidades de desarrollo.
Imaginemos un Perú donde cada uno de nuestros habitantes tengan las mismas oportunidades reales de crecimiento para tener una vida digna y próspera. Debemos utilizar instrumentos más completos para la medición de la pobreza, para poder diseñar políticas que no sólo mejoren el ingreso monetario, sino que también mejoren la educación, salud y la igualdad, con inversiones en infraestructura y servicios básicos.
No sigamos manteniendo las estructuras que perpetúan la pobreza en el Perú. Debemos desafiar el paradigma neoliberal que reduce la vida humana a una simple cuestión de ingresos, enfrentemos a la clase política que traiciona al ciudadano de a pie y que se beneficia de la desigualdad. No optemos por el silencio cómplice cargado de indiferencia con nuestros hermanos, luchemos por construir un Perú más justo y equitativo, manteniendo la inquebrantable esperanza de un mundo mejor.