La revolución y la tierra tiene las características de todos los documentales bien producidos: convence de manera eficaz a quien lo ve. Y es por esta misma razón que puede resultar potencialmente cuestionador de nuestra realidad, más para mal que para bien en este caso.
A través de testimonios de protagonistas de ese periodo histórico, un rico material audiovisual de la época (documentales extranjeros, archivos de prensa y películas nacionales) y guiados por una serie de investigadores y figuras relacionadas a nuestras letras y artes, el documental nos cuenta su historia sobre los orígenes y las consecuencias positivas y negativas de la reforma agraria y gobierno revolucionario de las fuerzas armadas liderado por el general Velasco.
Comienza pues el documental dándonos a entender que el origen de la reforma agraria estaba en la acumulación histórica de las enormes brechas económicas, sociales y culturales que el sistema de haciendas producía en el agro peruano hasta antes de 1968. Los gobiernos de la época, viendo los levantamientos campesinos en el sur y orientados por políticas dictadas por la administración de Kennedy, empezaron a plantear e intentar llevar a cabo una reforma agraria por la vía «democrática». Ante la ineptitud de los partidos políticos por la oposición del congreso ante el gobierno central y adelantándose a más apariciones de movimientos armados que reivindicaran los intereses de los campesinos, un grupo de militares liderados por Juan Velasco Alvarado le da un golpe de Estado al gobierno de Belaunde y ejecuta la reforma agraria de manera radical.
Hasta allí el documental cuenta lo que es consenso tanto en los circuitos académicos como en ya buen sector de los sectores políticos contemporáneos. Y es que la explotación del campesino, sobre todo en el sur, y el bloqueo de la reforma agraria acciopopulista por parte del APRA son hechos históricos aceptados muchas veces por sectores tanto apologistas del gobierno velasquista como también por muchos de sus detractores. Es llamativo leer y escuchar a Aldo Mariátegui y Jaime de Althaus, quien no por casualidad aparece en el documental, aceptar en columnas y entrevistas que el gamonalismo era un sistema que permitía la explotación de los campesinos, por ejemplo.
Sin embargo, el documental hace una valoración y categorización del gobierno velasquista que puede resultar muy funcional a quienes intentan que los beneficiados por la reforma nunca gobiernen y que, cínicamente, hacen críticas «balanceadas» a dicho hecho histórico. Y vaya que lo hace de manera eficaz.
La reforma agraria de Velasco importa, sí, porque significó una transformación cultural y social drástica de nuestro país. Pero importa más por haber transformado el régimen económico de la tenencia de la tierra en nuestro país. Por primera vez en nuestra historia, el campesino iba a ser propietario de la tierra que trabajaba. La producción de la tierra mediante su trabajo le iba a pertenecer a él y su familia y ya no al terrateniente. El problema de la tierra del que hablaba José Carlos Mariátegui fue por fin atendido con soluciones que habían nacido en el seno del movimiento popular agrario.
Pero el documental propone que la reforma agraria en su dimensión económica fracasó rotundamente, junto al esquema político económico del gobierno velasquista sin dar más y mejor detalladas explicaciones. Serian el autoritarismo y la supuesta ineficacia de los órganos estatales creados para vincularse de la población (SAIS y SINAMOS) al parecer las principales causas del «fracaso» económico del gobierno revolucionario de las fuerzas armadas.
El documental olvida que hubo una contraofensiva desde un sector de las fuerzas armadas que no solo frenó las políticas económicas velasquistas sino que hubo una pretensión total de este sector derechista por golpear a los movimientos populares de trabajadores industriales y agrarios y a los sectores de izquierda, muchos de los cuales apoyaban incluso críticamente a Velasco. De ahí que Morales Bermúdez, a quien sorprendentemente le dan espacio, plegara al Estado peruano al genocida Plan Cóndor, plan direccionado también desde la infame Escuela de las Américas. Sin contar que la desaparición de los archivos de las SAIS y SINAMOS, fuente indispensable para tener más conocer más los logros creados por estos organismos fueron extinguidos. Los obstáculos que sufrió el proceso de democratización de la propiedad de la tierra no fueron de características puramente internas, sino sobre todo externas. Reivindicaciones populares de tal envergadura siempre van a encontrar resistencias en quienes aún quieren conservar sus privilegios. Por este motivo, es muy significativo que el documental citara a Althaus despotricando, para variar, de la política económica de Velasco, o a una pequeña empresaria agraria diciendo que Velasco hacia lo que hacía por resentimiento y a un grupo de ex campesinos trabajadores de hacienda en una pampa desolada y sin posesiones a la vista diciendo que ahora si eran dueños de su tierra.
Y si bien el documental muestra a ex dirigentes campesinos añorando los beneficios de las cooperativas, las siguientes secuencias del documental se encargan de enrostrar las ruinas de estas sin explicaciones más detalladas. ¿Acaso se está olvidando que es imposible explicar la situación de las cooperativas agrarias sin tener en cuenta que ni AP ni el APRA hicieron algo al respecto por ellas? ¿Se está olvidando casi 30 años de políticas económicas neoliberales que dieron espacio a que nuevamente la tierra se acumule de manera desmedida? Incluso es tal la desigualdad en la tenencia de la tierra hoy (y el documental lo menciona) que ya desde varios años se habla de neolatifundismo en nuestras narices.
¿El documental afirma que el gobierno de Velasco y las reformas devolvió la dignidad a millones de peruanos? Sí. ¿El documental muestra que el Perú se modernizó y democratizó en gran medida a la reforma y a las políticas públicas del gobierno de Velasco? Sí. Pero el documental no hace hincapié que para ello se debió replantear el modelo económico casi por completo. Al revés, en muchos momentos acentúan que fue el modelo económico velasquista el que produjo una crisis que terminó llevándolo a la deriva.
La reforma agraria no solo suponía extinguir un viejo sistema económico y social sino también dar paso a un nuevo modelo económico para el país. Y ese modelo, a diferencia de muchos países latinoamericanos, fue orientado por el gobierno de Velasco hacia un modelo que priorizaba la no dependencia económica del país frente a las potencias extranjeras. Era algo insólito, como argumenta el documental, que un gobierno militar se declarase revolucionario y que luchara contra las élites oligarcas. Lo sorprendente era la ideología que llevaba el gobierno militar, mas no, que un grupo de militares dieran golpe de Estado. Y es que los procesos revolucionarios históricos pretenden transformar la sociedad en todas sus dimensiones. Era imposible entonces devolverles la dignidad a millones de personas sin transformar la realidad económica de estas. Y por ello, la revolución de Velasco cambia casi por completo el modelo económico del país a una economía democratizada y en donde se priorizó las decisiones colectivas antes que las individuales. Las revoluciones son procesos históricos completos. Abarcan todas las dimensiones de la sociedad transformar. Y en ese tránsito a veces se frustran por sí solas y otras veces las sabotean. Ese fue el caso del gobierno revolucionario de las fuerzas armadas.
Y es porque hubo una decidida pretensión transformadora real en el gobierno de Velasco, que tampoco debemos olvidar que el nombre que se usó para cambiar la faz del país: revolución. Hoy, cuando esa palabra ha sido tan demonizada por las oligarquías mediante muchos medios de comunicación, resulta más importante darle el real valor social y político que merece. Porque las desigualdades existen en nuestra región y seguirán existiendo, esa palabra cobra más vigencia en nuestros días para todos y todas. Y por ello resulta más importante aún enmarcar el proceso histórico que desplegó el gobierno de Velasco dentro un proceso transformador real y necesario. A las élites y a quienes los protegen no les gusta esa palabra. Para la gran mayoría puede que les resulte exacta para materializar sus banderas.
Por Natividad Pomajambo