Marx, Nietzsche y Freud, son considerados por el filósofo Paúl Ricoeur en su libro “Freud: una interpretación de la cultura” como los filósofos de la sospecha ya que con su pensamiento analizaron la falsa conciencia bajo la que vive el hombre, y con ello podemos extrapolar que al vivir ejerciendo una falsa conciencia, lo que llamamos “libertad” (en el sentido de actuar bajo nuestros propios ideales y deseos conscientes) también es falsa.
La libertad está ligada a la consciencia, todo aquello que controle la consciencia del hombre, controla la libertad, pues es la consciencia la que nos permite la interpretación e interacción con el medio, motivo por el cual nos alejaremos de toda postura determinista como la doctrina judeocristiana, que en más de dos siglos no ha hecho otra cosa que anular o minimizar las voluntades humanas.
Estos tres autores atemporales se encargaron de criticar severamente a sus épocas y a las venideras, tres pensadores que en su ejercicio analizaron las “formas” y “normas” con las que se somete al sujeto. Si bien no se conocieron en persona, su labor dio origen al pensamiento moderno, pues a cada uno le tocó vivir épocas distintas las cuales forman conciencias distintas, pues a cada época le corresponde un sistema de pensamiento, a cada división de la historia la acompaña una forma de ver, vivir y regir la vida, pues el concepto del “hombre” para el habitante de la Edad Media que estaba sometido bajo la estricta mirada del dogmatismo religioso, no es el mismo concepto para el habitante de la Edad Moderna, aquel que ya goza de los avances científicos y tecnológicos.
Para Karl Marx, el hombre vive en un estado de alienación, y este estado es causado por los medios de producción y por las formas económicas en las que vive.
“No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. K. Marx (1859) Una contribución a la crítica de la economía política, I.
Entendamos el “ser social” como el concepto que se tiene del hombre y por ende lo que se espera de él, es decir la función que debe desempeñar. Pues en una sociedad capitalista el hombre viene a ser una herramienta más del proceso productivo, que vive alienado por estos procesos ya que desempeña funciones que no permiten su desarrollo personal.
Su ser social (su función en el medio) determinará su forma de pensar, es decir determinara su “ser”. Para Marx el obrero (el hombre) se ha convertido en parte de la mercancía dentro de las sociedades capitalistas, cuyo valor disminuye en la misma medida en que aumenta su producción. El capitalismo ha dado origen a una sociedad de consumo, que pone por encima de todo la adquisición de mercancías que satisfagan necesidades básicas y secundarias, dando como resultado una sociedad hedonista que vive en la inmediatez.
“La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas”. Marx, Manuscritos económico-filosóficos, p. 104. Ed. Alianza
Friedrich Nietzsche, nuestro segundo filósofo en la lista, es considerado como una de los filósofos alemanes más influyentes del siglo XIX, temperamental por naturaleza, sus obras están impregnadas de un lirismo y una crítica férrea a las costumbres y a las morales instauradas, puso en tela de juicio la religión con su declaración “Dios ha muerto” y se encargó de dejar en claro que los códigos morales (en su mayoría judeo-cristianos, o al menos a los que mayormente dirige su crítica) ahogan las voluntades humanas.
Para Nietzsche, el hombre no sería libre, ya que se encuentra sometido por los códigos morales, y su accionar se suspende entre concepciones como el bien y el mal, Nietzsche nos dice que la moralidad:
“No es otra cosa, que la obediencia de las costumbres, cualesquiera que sean estas; pero las costumbres no son más que la manera tradicional de obrar y de evaluar”. F. Nietzsche, “Aurora, reflexiones sobre los prejuicios morales”, fragmento IX
Para Nietzsche, esa moral a la que estamos sometidos se fundamenta en lo que la cultura o la sociedad en la que vivimos aceptan como reglas de convivencia, no se fundamentan en lo más conveniente para los hombres, sino simplemente en el acuerdo de mayorías.
Pues por consiguiente, Nietzsche sostiene que el hombre libre es un inmoral, ya que no actuaria bajo las doctrinas, normas y reglas impuestas, propone por tanto que se debe aspirar a llegar al “superhombre” aquel que ha dejado atrás la moralidad de rebaño judeo-cristiana, y afirma su voluntad de poder, plantea en “Así hablaba Zaratustra”, que el camino para llegar al “superhombre” es por medio de las “Tres transformaciones del espíritu”, el camello, el león, y el niño, el primero doblega las rodillas ante la moralidad y no es capaz de actuar bajo su voluntad, el segundo afirma de voluntad de poder y cambia el “yo debo” por el “yo quiero”, por último el niño representa la maximización de las voluntades, ya que en esta etapa es capaz de crear y actuar bajo su propia moral.
“El hombre libre es inmoral, porque en todas las cosas quiere depender de sí mismo y no de un uso establecido”. F. Nietzsche, “Aurora, reflexiones sobre los prejuicios morales”, fragmento IX
Durante años se ha interpretado a la moral como dada a los hombres a través del acto creacionista, sin embargo, para Nietzsche “no existen fenómenos morales, sino sólo una interpretación moral de fenómenos” (Nietzsche, Más allá del bien y del mal IV parte, Máximas e interludios, aforismo 108).
Podemos tratar de analizar lo dicho por Nietzsche, partiendo de entender al fenómeno como “la cosa en sí misma” como el objeto que llega a nosotros a través de la percepción de los fenómenos físicos, no existe la moral como tal, como objeto creado, sino solo a través de la interpretación moral que se hacen de los fenómenos.
Por último, para terminar de entender la moralidad que rige la vida de los hombres, Nietzsche considera a la moral como el cumplimiento de costumbres de las experiencias previas de hombres anteriores, y que son obedecidas, por su antigüedad, por su santidad y por su indiscutibilidad, y que se oponen a las formaciones de nuevos códigos morales en base a las experiencias recientes. (F. Nietzsche, “Aurora, reflexiones sobre los prejuicios morales”, fragmento XIX)
Hasta el momento hemos abarcado el análisis de la “consciencia” y por ende de las libertades humanas desde el aspecto económico y social-cultural, sin embargo, el hombre lleva dentro de si su propia tragedia, sus propias censuras y represiones que lo dirigen (si no son llevadas a la superficie) a actuar de determinada forma.
Sigmund Freud llevo a un nivel superior el entendimiento del psiquismo humano con su descubrimiento del “inconsciente” y de los fenómenos y mecanismos que en el habitan. Él sostiene que los seres humanos actuamos bajo dos principios psíquicos, el Principio de placer y el principio de realidad, el primero se basa en la satisfacción inmediata de los deseos, mientras que el segundo se basa en la interacción y lo que demanda el medio ambiente.
En una revisión de su teoría Freud descubre dos procesos ligados a estos principios “primarios y secundarios”, los procesos primarios son regulados por el principio de placer, los considera como los más arcaicos, ya que buscan la satisfacción de necesidades básicas, y no están conectados a temporalidad y causa-efecto. Los “procesos secundarios” están regulados por el principio de realidad, estos por el contrario si encuentran orientados en el espacio-tiempo y están conectados al pensamiento racional.
En su libro “Psicopatología de la vida cotidiana” (1901) describe que el inconsciente se manifiesta fuera del estado onírico (sueño) a través de actos fallidos o lapsus que sirven para descargar aquella energía psíquica que se encuentra acumulada y que de no ser descargada generaría malestar en la persona.
La obra de Freud es tan amplia que el tratar de resumirla en un texto tan breve sería un error enorme, sin embargo, podemos concluir que, para Freud, aquella energía psíquica inconsciente, aquellos traumas infantiles o deseos insatisfechos, de no ser afrontados a través de la labor psicoterapéutica regirán la vida del hombre y lo harán inclinarse hacia los impulsos de muerte y lo alejaran de los impulsos de vida.
No interpretemos a los “filósofos de la sospecha” como trovadores de desdicha y malas noticias, con su ejercicio filosófico describen que somos nosotros los que debemos buscar lo que nos haga vivir a plenitud, debemos buscar una sociedad más justa para todos, debemos tirar por la borda aquellas doctrinas anticuadas que no hacen más que impedir el libre ejercicio de la vida y nos hacen reflexionar sobre aquello que no vemos o ignoramos pero que desde nuestro interior pide salir y ser afrontado.
Por Christian Franco Rezza